¿Qué piensas?



Nada será como antes...


(Ensayo basado en el pensamiento del filosofo y futurista aleman Mattias Horx, a partir de su ultima publicación: “151⁄2 reglas para el futuro: instrucciones para una vida visionaria”)


Escucho constantemente la pregunta y en ciertos momentos, la hago yo mismo... ¿Cuándo terminará esta pandemia? ¿Cuándo regresamos a una vida normal?; no solo las escucho, comparto el deseo de verlo suceder.


Pero la respuesta que me indica mi lógica pragmática -que a veces prendo- es quizá molesta: NUNCA.


Existen momentos históricos donde el futuro cambia de dirección. Se llaman bifurcaciones o crisis profundas. Estamos en una de ellas.


El mundo tal y como lo conocemos se esta disolviendo. Pero ello da lugar al nacimiento de uno nuevo. Para entender mejor esto propongo un ejercicio usado a menudo en la visualización de procesos, en el mundo empresarial. Llamemos esto “Re-gnosis” que hace contraste con la conocida “prognosis”, donde con esta técnica no vemos hacia el futuro. Sino que vemos el futuro hacia atrás a partir de hoy. ¿Suena raro? Lo es sin duda, pero da una visión distinta y por experiencia, divertida a muchos temas:


La Re-gnosis: Nuestro mundo en otoño 2021.


Imaginemos una situación en otoño de 2021, digamos septiembre 2021. Nos encontramos sentados en un café en una gran ciudad. El clima es agradable, más caluroso que templado y la gente se mueve por la ciudad. ¿Se mueven diferente? ¿Todo es igual que antes? El vino, el coctel, el café ¿saben igual que antes? ¿Como antes del coronavirus? O ¿sabe mejor que antes del coronavirus?


Mirando hacia atrás ¿Qué nos sorprende?


Nos sorprenderá que los sacrificios sociales que hemos tenido que realizar, raramente nos llevan al aislamiento. Al contrario, posterior a un choque inicial, muchos de ellos se sintieron aliviados de que muchas platicas y comunicaciones en innumerables canales de comunicación se detuvieron de inmediato. Dar paso no necesariamente significa perder, incluso abre nuevas posibilidades.


Algunos ya hemos experimentado esto, por ejemplo, últimamente observo innumerables canales y aplicaciones de ayuno intermitente, que desconozco si en verdad sirvan de algo, pero que sin duda, lleva a muchos a gozar la comida nuevamente, quizá como nunca antes. Paradójicamente, el distanciamiento social que el virus nos ha obligado a observar ha creado nuevos acercamientos. Hemos conocido personas que quizá no hubiésemos conocido de otra manera. Hemos contactado amigos más seguido que antes, hemos reforzado relaciones que se habían soltado y han sucumbido otras que hubiesen sucumbido quizá de una manera distinta. Familias, vecinos y amigos se han acercado e incluso, resuelto conflictos invisibles que había que resolver. La cortesía social que veíamos desaparecer se ha restablecido.


Ahora en otoño 2021 hay un ambiente muy distinto en los partidos de futbol, distinto a la violencia constante que había en primavera 2020. Nos preguntamos ¿porque sucede esto?


Nos sorprende lo rápido que las tecnologías culturales digitales se han probado en la practica. Las teleconferencias y videoconferencias que antes no eran populares en absoluto (para algunos usar el avión corporativo o viajar en comercial era mas atractivo), ahora son sumamente prácticas y productivas. Los maestros han aprendido mucho sobre cátedra vía internet. El “home office” es la regla ahora para muchos, incluyendo la improvisación y el tiempo perdido que conlleva.


Para mí  el planteamiento de volver a montar oficinas directivas para nuestros proyectos y empresas (las de operación de proyectos continuarán existiendo), es un tema que prácticamente está resuelto: No habrá.


Al mismo tiempo, técnicas culturales anteriores renacen. Cada vez más tienes menos maquinas y robots contestando llamadas, ahora contestan más individuos directamente. El virus ha expandido una nueva cultura de llamadas por teléfono largas, sin usar una segunda pantalla. Los mensajes ahora toman un nuevo significado. Nos estamos comunicando nuevamente. Hoy resurge el compromiso que parecía perdido.


Muchas personas que no descansaban antes, incluyendo a los jóvenes, ahora toman tiempo para largas caminatas (incluso la palabra ‘caminatas’ era de abuelos...). Ahora leer libros se ha convertido en un culto.


Hoy los “reality shows” se han vuelto extraños, son ahora basura trivial que antes inundaban los canales televisivos. No desaparecen, pero han perdido valor. ¿Alguien recuerda la discusión de lo “políticamente correcto”? La constante discusión y guerra cultural... ¿alguien recuerda eso?


Las crisis funcionan principalmente al disolver un fenómeno, haciéndolo superfluo... el cinismo, la constante manera de mantener el mundo a través de la devaluación, se convirtió en abundancia ahora. La exagerada histeria inicial se ha limitado a un corto periodo inicial y ahora solo lo mantienen algunos grupos reducidos y muy identificados.


Sumado a ello, a nivel mundial, el índice de criminalidad ha llegado a sus limites superiores. No niego que en mi país, el aparato gubernamental está aterrado ante esta


No sorprende ver qué en nuestro país, el aparato gubernamental no logra adaptarse a esta nueva realidad y al parecer, son incapaces de evolucionar. Pero tranquiliza saber que ello será su ruina y desaparición, llegando otros. Su capacidad de cambio es nula. Los nuevos que lleguen tampoco sabemos que harán, pero nada indica que pueda ser el mantener una irrealidad en un campo de realidad. Eso por decir lo menos, es positivo.


Nos sorprende que los medicamentos que aumentan las probabilidades de supervivencia se encontraron en verano. Esto disminuyo el índice de mortandad convirtiendo al virus en un problema que podemos ir resolviendo. No en un problema y que no sabemos que hacer. Nunca en la historia se habían dedicado tantos recursos a la solución de un problema, nunca.


El progreso médico ayudó. Pero aprendimos que el factor decisivo no solo fue la tecnología, sino el cambio del comportamiento social. El factor decisivo fue que las personas se mantuvieron solidarias y constructivas a pesar de las restricciones radicales. La inteligencia humana-social ayudó. La muy temida inteligencia artificial, que se sabe puede ser capaz de resolver cualquier cosa, ha tenido un efecto limitado y mínimo en esta crisis.


Esto ha cambiado la relación entre la cultura y la tecnología. Antes de esta crisis, la tecnología aparentaba ser la panacea, la solución a toda utopía. Nadie o quizá unos cuantos necios, aun creen en la redención digital. La moda de la gran tecnología terminó. Volteamos nuevamente a los temas humanos, ¿que somos? y ¿que somos en un conjunto?


Nos sorprende ver cuánto humor y humanidad emerge en los días del virus. Vemos como las economías se reducen, con perdidas si, pero sin un colapso catastrófico, tan anunciado anteriormente y al inicio.


A pesar de haber meses negros en 2020, un desaceleramiento impresionante y una baja del 50% en los mercados bursátiles, a pesar de muchas quiebras, reducciones y mutaciones empresariales, el cero total no llegó. Como si la economía mundial fuese un ente vivo que respira, pero que también duerme.


Hoy en otoño 2021, hay y existe una economía global. Pero global en producción justo- en-tiempo, con largas cadenas productivas mucho más amplias y largas, donde millones de individuos se relacionan por todo el planeta. Se desmanteló y se reconfiguró la cadena en general. Se inventaron nuevos canales de almacenamiento. Las reservas e inventarios vuelven a crecer, de forma distinta y disgregados. La producción local crece, las redes se localizan y las manualidades resurgen. El sistema global se transforma hacia la globalización: localización de lo global.


Nos sorprende que incluso la perdida de activos debido a los mercados bursátiles no daña tanto como se pensaba. En este nuevo mundo, la riqueza no juega un papel decisivo. La buena vecindad es más importante ahora. Ser un buen humano es más importante que ser rico.


¿Será que el virus cambió nuestras vidas hacia dónde queríamos cambiar?




Regnosis: adaptarnos en el presente dando un salto al futuro.


¿Por qué este tipo de "escenarios desde el frente" parecen tan irritantemente diferentes a los pronósticos clásicos? Esto está relacionado con las propiedades específicas de nuestro sentido futuro.


Cuando miramos "hacia el futuro", la mayoría de las veces solo vemos los peligros y problemas "que se avecinan", que se acumulan en barreras infranqueables. Como una locomotora que sale del túnel que nos pasa. Esta barrera del miedo nos separa del futuro. Es por eso por lo que los futuros de terror son siempre los más fáciles de representar.


Por otro lado, la Regnosis da la posibilidad de formar un circuito de conocimiento, en el que nos incluimos a nosotros mismos, nuestro cambio interior, en el cálculo futuro. Nos conectamos internamente con el futuro y esto crea un puente entre el hoy y el mañana. Surge una conciencia futura de "Mente Futura".


Si lo hacemos bien, se forma algo que podemos llamar inteligencia futura. Seriamos capaces de anticipar no solo eventos externos, también generar adaptaciones internas con las que reaccionaremos de forma más eficiente y positiva a un mundo cambiante.


Eso se sentirá muy distinto al pronostico que siempre tiene algo muerto, estéril en su carácter apodíctico. Dejaríamos la rigidez que provoca el miedo y volveríamos a la vitalidad que requiere todo evento futuro.


Todos conocemos la sensación de superar con éxito el miedo. Cuando vamos al dentista para recibir tratamiento, estamos preocupados y ansiosos con mucha anticipación. Al menos yo, lo sufro demasiado. Estamos impresionantemente tensos sobre la silla del dentista y duele antes de que duela. Al anticiparnos a este sentimiento, aumentamos nuestros miedos que pueden llegar a abrumarnos por completo. Sin embargo, una vez que hemos sobrevivido al procedimiento, hay una sensación de afrontamiento: el mundo parece joven y fresco de nuevo y de repente nos sentimos llenos de impulso. Repito, es mi caso.


Hacer frente a los medios: significa “hacer frente”. Neurobiológicamente, la adrenalina del miedo es reemplazada por la dopamina, un tipo de fármaco endógeno para el futuro inmediato que nos saca del estado de miedo de manera fulminante. Mientras la adrenalina nos lleva a huir o luchar (que no es realmente productivo en la silla del dentista, ni en la lucha contra el Coronavirus), la dopamina abre nuestras sinapsis cerebrales: nos ilusiona con lo que está por venir, nos hace curiosos y previsores.


Cuando tenemos un nivel de dopamina saludable, hacemos planes, tenemos visiones que nos llevan a la acción a futuro.


Sorprendentemente, muchos experimentamos exactamente esto en la crisis actual y en muchas otras en nuestras vidas. Una pérdida masiva de control de repente se convierte en una verdadera intoxicación hacia lo positivo. Después de un período de desconcierto y miedo, surge una fuerza interior. El mundo "se acaba", pero en la experiencia de que todavía estamos allí, surge en nuestro interior una especie de ser nuevo. En medio del cierre de la civilización, corremos por bosques o parques, o por espacios casi vacíos. No es un Apocalipsis, sino un nuevo comienzo.


Así es como resulta: el cambio comienza como un patrón modificado de expectativas, percepciones y conexiones con el mundo. A veces es precisamente la ruptura con las rutinas, lo familiar, lo que vuelve a liberar nuestro sentido del futuro. La idea y la certeza de que todo podría ser completamente diferente, incluso mejor.


Nos puede o no sorprender que Trump sea expulsado de su cargo, días antes de dejar su cargo. Esta crisis del coronavirus dejó en claro que aquellos que quieren incitar a las personas entre sí, no tienen nada que aportar a las preguntas reales sobre el futuro.


Cuando la situación es seria, lo destructivo que usa y vive el populismo -está en su propia psiquis- se hace evidente. La política en su sentido original como formación de responsabilidades sociales le dio a esta crisis una nueva credibilidad, una nueva legitimidad. Precisamente porque tuvo que actuar "autoritariamente", la política creó confianza en la sociedad. La ciencia también experimentó un asombroso renacimiento en la crisis de la libertad condicional. Virólogos y epidemiólogos se convirtieron en estrellas mediáticas, pero también los filósofos, sociólogos, psicólogos, antropólogos "futuristas", que antes estaban al margen de los debates polarizados, recuperaron su voz y peso.


Sin embargo, las noticias falsas perdieron rápidamente valor de mercado. Las teorías de la conspiración también parecían de repente comerciales, a pesar de que se ofrecían como cerveza mala y agria.


“Un virus como acelerador de la evolución”. Las crisis profundas también apuntan a otro principio básico de cambio: la síntesis tendencia - contratendencia.


El nuevo mundo después del coronavirus, o mejor con coronavirus, surge de la interrupción de la megatendencia a la conectividad. Política y económicamente a este fenómeno también se le llama "globalización". La interrupción de la conectividad, a través del cierre de fronteras, separaciones, ejecuciones hipotecarias, cuarentenas, no conduce a la abolición de las conexiones. Sino para reorganizar los conectores que mantienen unido nuestro mundo y lo llevan al futuro. Hay un salto de fase en los sistemas socioeconómicos. El mundo venidero volverá a apreciar la distancia, y esto hará que la conexión sea más cualitativa. Se reequilibra la autonomía y la dependencia, la apertura y el cierre. Esto puede hacer que el mundo sea más complejo, pero también más estable. Esta transformación es en gran parte un proceso evolutivo ciego, porque uno falla, lo nuevo, siendo viable: prevalece. Esto te marea al principio, pero luego muestra su significado interno: lo que conecta las paradojas en un nuevo nivel es sostenible.


Este proceso que no debe confundirse o considerarse como complicación, también puede ser diseñado conscientemente por las personas. Aquellos que puedan, que hablen el idioma de la complejidad venidera, serán los líderes del mañana. Los portadores de esperanza. A través del coronavirus adaptaremos toda nuestra actitud hacia la vida, en el sentido de nuestra existencia como seres vivos en medio de otras formas de vida.


Cada crisis profunda deja una historia, una narrativa que apunta hacia el futuro. Una de las visiones más fuertes y que en lo personal me emocionó mucho y que deja el coronavirus, son los italianos haciendo música en sus balcones. Otra visión nos la envían imágenes de satélite que muestran las zonas industriales de China e Italia, libres totalmente de smog.


Envidié esas imágenes que en nuestra ciudad de México no se lograron ya que, por decisión de esta administración, la termoeléctrica de Tula que produce la electricidad de toda la zona metropolitana del Valle de México y el 3% de la electricidad total del país, que requiere de quemar combustóleo, aportando el 50% del dióxido de azufre que contamina el aire; se mantuvo abierta por completo, sin utilizar las alternativas existentes...


En 2020, en el planeta, las emisiones humanas de CO2 se reducirán por primera vez. Ese hecho nos hará algo. Si el virus puede hacer eso, ¿podemos hacerlo nosotros también? Quizás el virus era solo un mensajero del futuro. Su mensaje drástico es: la civilización humana se ha vuelto demasiado densa, demasiado rápida, sobrecalentada. Está corriendo demasiado en una determinada dirección en la que no hay futuro. Pero puede reinventarse. Reinicio de sistema. ¡Enfriarse! ¡Música en los balcones! Así es como funciona el futuro.


¿Qué piensas?





Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Recuerdas?

el por que NO al Facebook...

Agosto...