Un Papa en el siglo XXI

Abril 20, 2005

Joseph Ratzinger, Benedicto XVI

Como todos, independientemente de nuestras propias creencias o posiciones filosófico-teológicas, hemos sido testigos del nombramiento de un nuevo representante de la Iglesia Católico Romana. La polémica en cuanto a la persona se deja escuchar, aunque sin duda, la figura que representa; ser Papa, queda fuera de cualquier discusión; es dogma.

Nacido en un pequeño pueblo, en la zona de Baviera, cerca de la ciudad de Munich en 1927, debió de haber vivido, como muchos alemanes de entonces, la gran penuria de los resultados económico-sociales que la primera Guerra Mundial, dejó en el pueblo Bávaro. Su inclinación al sacerdocio, aunque hoy parezca romántico, obedece a ser una de las pocas actividades, a quienes se interesaban verdaderamente en el estudio filosófico y poseían características e inclinaciones humanistas, oportunas.

Se comenta mucho y para mi no es sorpresa que en su juventud haya pertenecido al ejercito alemán, ahora llamado Nazi y tampoco queda en duda que el hoy, afirme, que ello fue contra su voluntad. Alemania vivía una situación de crisis aguda y aunque en la historia poco se menciona, la figura de Adolph Hitler al frente del partido Nacional Socialista, dio un auge y aparente salida y solución a la desesperación que se vivía en aquellos tiempos. Ser alemán, haber vivido en esa época, haber sido reclutado por su ejército, no es sinónimo de ser Nazi y compartir teorías, menos ahora, que la historia se ha escrito.

Lo que evidentemente toma a muchos por sorpresa, pero que tampoco es resultado de una meditación errática, es la personalidad de Ratzinger. Radical lo llaman algunos, el cardenal del “no” otros, etcétera. Pero definitivamente líder es, dogmático es, férreo en su forma de pensar y convencido de que la verdad está en la fe cristiana, por encima de cualquier otra línea de pensamiento humano, es un hecho.

Es, el reflejo de lo que ha sido, será y debe entenderse como el deber ser de la Iglesia.

El tema es delicado pues muchos podrían sentirse ofendidos, pero esta reflexión la escribo con mucho, muchísimo respeto.

Desde sus inicios el poder papal participó de muchos de los acontecimientos mundiales que transformaron la vida de muchos seres humanos. La fortaleza emanaba de un punto neurálgico; la razón del ser, sin tener que exponer el por que, del ser. El dogma de fe, permite tener razón, sin dar mayor explicación al simple –tener razón-. Esto, derramó mucha sangre, impuso leyes, definió geografías, reyes y gobernantes, dio certeza, cuando la incertidumbre predominaba. Ese fue su poder.

Nuestro mundo, hoy, a evolucionado (ni para bien, ni para mal; definirlo es casi “acto divino”). El tiempo como factor se ha impuesto, factor que ha adquirido importancia y que hoy rige la vida de muchos seres humanos.

El tiempo maneja nuestras vidas, algunos buscamos manejar al tiempo para nuestras vidas, pero veo con emoción (pues trato de ubicarlo como oportunidad) que es, meta difícil de alcanzar.

El factor tiempo, que se traduce en horarios, agendas, metas, logros, frustraciones, etcétera, tiene además un componente que lo hace más difícil de controlar; no varía. Las 24 horas de las que disponemos todos los seres humanos son solo 24, ni más ni menos. ¿Que hacer con ellas? Las recetas son infinitas, pero todas tienen la misma resultante: hagas o no hagas, pasa.

¿Que tiene que ver esto del tiempo, con la Iglesia, con el Papa y con Ratzinger?

La iglesia en sus últimos 23 años, estableció sus metas en base al tiempo del ser humano, ha establecido su agenda (regla de medida) para llevar su palabra a mayor número en el menor tiempo determinado. Ello traducido a acciones, mostró a un ser humano presente, existente, tocable, accesible, para que el mayor número de seres humanos estuvieran en contacto con la figura terrenal más cercana a la figura de un Dios.

En el concilio último, creo que entre otras cosas, un factor considerado fue volver a la figura de dogma, no tan cercana, no tan accesible y mucho más fundada y confirmada en la doctrina. A diferencia de continuar buscar paralelismo con los seres humanos y su cambiante mundo. Ello es; alejar el factor tiempo, que hoy predomina, por el que la humanidad hoy corre (hace tiempo que no caminamos) y establece sus propios ritmos; contrario al objetivo de reforzar la doctrina.

Ajeno al factor tema (tiempo), ajenos a la evolución (resultado), donde la meditación, la calma, la oración y la observación indica; aleja así la obligación a la Iglesia de entender (de forma dogmática, en sentido contrario), circunstancias de nuestro mundo actual: libertad de ser, de creer, de elegir, sexualidad y sus variantes y conflictos de índole humano-dogmático; temas que son y en lo personal estoy convencido, son únicos de competencia humana.

Por ello, creo, que la figura de Benedicto XVI (y así decidido) corresponde al momento en que vivimos, considerando el alto lógico de la Iglesia y su objetivo; los temas de Dios, son de Dios, los temas de los seres humanos, son de los seres humanos.

Leo en esta decisión, la renuncia a participar de estos temas en su discusión y obligadamente a tomar postura. Ubica a una Iglesia nuevamente en su carácter de ser morada de fe y punto de encuentro para creer; no para convencer. Postura que sin tiempos determinados (adiós factor “tiempo” mundano) consolidará a la misma para los siguientes años.

Saludos.

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