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1993. Joven, 28 años de edad. La empresa constructora comenzaba a caminar. Apenas un contrato y comenzaría el segundo y luego tres y poco a poco vendrían más... Pero el segundo, a la mitad de concluir el primero, dejaría huella permanente en el joven, de 28 años de edad. Idealista, confuso aun, buscador de razones para entender su sentir profundo, sentir apasionado que lo regresaba una y otra vez al plano de lo confuso... Empezaría a aprender. Unos años antes conocería poderosos. Lo invitarían. La confusión tomaría forma, pero el camino comenzaría a volverse denso, raro, peligroso. Llegaría el contrato. Condiciones extrañas, reglas simples, contundentes, silenciosas y fuertemente comprometidas. El premio podría significar tanto como el todo por el todo. Construir un hábitat le acercaría al joven, el paso directo a conocer y escuchar, como nunca antes: el miedo, el coraje y el dolor. En la radio, en la televisión y en los diarios aparecería apenas, sin contundencia la fotog