...Tienen nombre y apellido.
Enojado… este domingo inicio el día con un sentimiento que no es el que esperaba. Enojado. Comentamos, leemos y nos informamos acerca del vandalismo cometido por un grupo de a lo mucho 50 personas, que anoche, posterior a la marcha, embistieron contra un portón del Palacio Nacional (propiedad de todos los mexicanos) e intentando derribarla, la dañaron y quemaron parcialmente.
- “¡Tomemos Palacio!” gritaron, de acuerdo al escrito emocionado y definitivamente parcial de Mathieu Tourliere de la revista Proceso…
Tomarlo… tomarlo ¿para qué? Imagino un país tomado por
un joven que toda su actividad, propuesta y presencia en su país, se resume a
taparse el rostro y cometer delitos. Eso emociona a muchos. Eso enoja a varios,
a mí. Eso lo último que garantiza vivir algún día en un país de reglas, de
orden, de progreso. Del Palacio Estatal de Chilpancingo, reportan lo mismo, quizá
peor. Tapados del rostro.
No felicito a los manifestantes, no felicito a los que
organizaron la marcha de ayer sábado 8 de noviembre. No felicito a todos
aquellos que insisten en la violencia, en la marcha afectando a otros; en la
toma de calles, de todos; en lo que bajo el pretexto de “crear conciencia”
purgan su enojo y coraje de la forma más primitiva. No los felicito, incluso
los rechazo… la conciencia se crea con argumentos, con dialogo, con propuesta y
con palabras.
El enojo surge a partir de la conferencia de prensa
del Procurador General de Justicia del país Jesús Murillo Karam que al parecer
no fue muy claro o pocos entendimos el contexto en el que dio la Conferencia de
Prensa informando acerca de las conclusiones parciales del caso de los 43 normalistas
desaparecidos en el Estado de Guerrero, cito sin ser exacto:
- “Atiendo a esta conferencia de prensa en cumplimiento
a mis responsabilidades como procurador general del país… Vengo de estar varias
horas con los padres de familia de los 43 muchachos desaparecidos, vengo después
de darles los avances y noticias, quizá las más espantosas noticias en sus
vidas… vengo enojado, cansado y triste como ciudadano, como mexicano y como
también, padre de familia…”
Y posteriormente arremetieron contra él, la actitud,
forma y bajísimo nivel de sentido común y lógica de las preguntas de la prensa
se sumó a mi enojo. Y de ello el pretexto para sacar conclusiones equivocadas
que lleva incluso, a las marchas que terminan en vandalismo.
Llama a esto Patricia Dávila, también de Proceso, también parcial: “Ayotzinapan:
el simulacro de solución de la PGR”… Yo llamo a esto: “Ayotzinapan: él no querer creer”.
El señor Murillo Karam fue claro, planteo hechos con
la prensa, no busco ser empático, no es lo que se necesita con la prensa, fue
objetivo y pragmático, es lo apropiado.
Los puntos, que la prensa indica como aquellos que no
permiten creer el todo como un avance y no conclusión, como lo presentan son: ¿Por
qué se minimiza la participación de actores estatales?, ¿Por qué el sacerdote
Alejandro Solalinde supo lo ocurrido casi un mes antes que la Procuraduría?,
¿Cómo tres sicarios lograron controlar a 43 jóvenes?
Habiendo visto la rueda de prensa y otros videos, con
pocos elementos a mi alcance, las respuestas a dos de tres preguntas, son
claras, la tercera, no la se ni la explico:
No se ha minimizado la participación de ningún actor
estatal. La justicia requiere de elementos probatorios, evidencia y confirmación
científica para poder imputar un delito. La justicia no se basa en dichos o
aseveraciones. Hasta ahora se ha implicado a quienes se puede y debe de
responsabilizar de hechos, se ha detenido y se han girado órdenes de aprehensión
a quienes la justicia permite hacerlo. Espero que nunca, pero cuando en un país
se comienza a actuar en base a dichos, aseveraciones, “melatismos”, ese día el
caos completo, reina.
Segunda pregunta, el sacerdote Solalinde fue también claro.
Vi y escuche la entrevista en video de 45 minutos que se realizó posterior a
haber entregado los documentos que recabó, al hablar con algunos “ejecutores”
de los normalistas y que bajo el secreto de confesión, informó los hechos y
claramente afirmo que no daría a conocer sus identidades. Los documentos que se
resumen a una hoja escrita, como lo informó Murillo Karam, coincidían con
muchos resultados de las investigaciones y fue tomada en cuenta.
La diferencia está en que el sacerdote, acto seguido a
entregarla a la PGR, la dio a conocer a los medios de comunicación y a los
padres de familia. Ello explica “el adelanto” más no el que haya tenido información
que la PGR no haya tenido. Simple lógica. De hecho, el rechazo y la expulsión del
sacerdote de su propia iglesia posteriormente a esto, fue debido a que se le
acusó de falta de tacto y empatía al informar de los hechos.
Solalinde dio una noticia, que nadie espera. De haberlo dado a
conocer la PGR hubiera recibido la misma respuesta.
Queda claro, nadie quiere o
quería escuchar lo que es más probable: los 43 han muerto.
En esto, aparece el hondo y obscuro objetivo de
algunos grupos. A partir del dicho: “Se fueron vivos, los queremos vivos” se
manifiesta un casi imposible. Se anima a un grupo de padres, a una comunidad, a
un estado, a un país a exigir un casi imposible. Todo hecho que vaya en contra
de ello, será por ende rechazado. Completamente maniqueo y completamente fuera
de control.
“Crimen de Estado”. La Presidencia ha perdido credibilidad
por ineptitud, no encuentro otra razón. Pero no debe ser culpabilizada por algo
que no ha cometido, pero que tampoco aún puede confirmarse, un crimen.
Esto no es un crimen de Estado en virtud de que no fue
cometido –aparentemente- por entidades de Gobierno. No confundamos personas con
Gobierno, el segundo es el conjunto de los primeros. No existen por si mismos
de forma separada y las personas que conforman un Gobierno son electas de entre
personas. La decisión o los hechos criminales de una persona, amparada bajo la
autoridad que le confiere la elección para ser Gobierno, no son generalizables.
De ser así y quizá gane mucha simpatía (que no busco) con algunos: Todo el
Gobierno está formado por criminales y cómplices. Algo que no creo
definitivamente.
Perdida. Lo anterior confirma algo que estamos perdiendo
todos. Estamos perdiendo el Estado de Derecho. Y ello es algo que nos costará
mucho. Desde que cada uno de nosotros hemos participado en delitos, en faltas
administrativas, no verificar a tiempo, no pagar impuestos correctos, no pagar
servicios, en pasarnos un alto sin razón mayor a “tener prisa” o por la falsa “seguridad”
que nos dé el no detener la marcha.
Desde los padres de familia y amigos que avisan donde
hay retenes de alcoholímetros cercanos para evitar ser atrapados, hasta
aquellos que “no se enteran” o incluso alientan a falsificar documentos
oficiales como identificaciones del IFE, desde muchos otros que establecen
negociaciones de donde el robo, calificado de “comisión” produce utilidades económicas
que no representan esfuerzo alguno. Desde el que miente cotidianamente a sus hijos,
a su pareja, a sus amigos, a sus socios, así mismo. En todos ellos hay
complicidad.
- “Cada vez que hablo del Estado de Derecho, dejan de
mirarme a los ojos…” Así dijo Ernesto Zedillo hace unos días en un evento en el
que participe. “Las cosas están mal, muy mal y se lo he dicho al Presidente”
dijo él mismo.
- “Hay que ser muy ingenuo…” como dijo Felipe Calderón
en un video que ahora circula en redes sociales y que sucedió hace años, cuando
se le criticaba por tomar acción en contra de los grupos criminales y de
narcotráfico. Video que hoy se antoja, premonitorio.
Efectivamente, hay que ser muy ingenuo, o muy pendejo
para no darse cuenta que esta descomposición no será solucionada sin retomar
y accionar un verdadero ESTADO DE DERECHO en México.
Aquellos que rompieron y quemaron parcialmente la
puerta de NUESTRO Palacio Nacional, tienen nombre y apellido.
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