- ¿Recuerdas esa tarde que llegaste aquí a esta banca a sentarte muy propio? ¿Recuerdas amor, cuando creías que no me daba cuenta de tu mirada traviesa, que recorría mi cara? Cómo olvidar que aventuradamente de ahí, tus ojos continuaron por mi cuello y se posaron en mis manos. Aventurero... Siempre lo has sido amor mío. Te confieso que muchas veces eso me hacía enamorarme una y otra vez de tí. Eras incanzable. Pensabas en tus asuntos, tus proyectos, tus emocionantes ideas... Me capturaste amor. Tu traje, gris oscuro que tanto cuidabas. Perfecto, siempre pulcro y sin arrugas. Lo vestías con porte, con orgullo, con naturalidad como siendo parte de ti. Recuerdo... Recuerdo esa tarde que al sentarte, de reojo te miré, lo acomodaste, cuidaste de no ensuciarlo con el polvo de la banca. Sacaste tu pañuelo... El blanco, el mismo que me diste cuando el dolor me hizo llorar el amor que perdía y que tu me consolabas. Te confieso amor, lloré aquí, llore en esta banca junto a tí su fastidiosa p
David Rowan es editor de la revista Wired UK . También escribe " The Digital Life" , columna teconológica mensual de la revista Conde Nast . Esta entrada apareció originalmente en el número de septiembre. No traduzco para no perder la originalidad de la entrada, mis comentarios en español. “David, you’re sounding like an old dude!” Matt Flannery, who runs social-lending website Kiva , couldn’t understand when I explained that, no, I wouldn’t be keeping in touch with him via Facebook. “What are you worried about?” he teased in a break at the PINC conference in Holland. “Only old guys get worked up about privacy.” Well, Matt, I admit I’m the wrong side of 30, and that I still avoid using emoticons in formal correspondence. But let me explain why I’m not active on Facebook, nor sharing my credit-card purchases on Blippy, nor allowing Google Buzz to mine my contacts list, nor even publishing my DNA on 23andMe.com . My cautious use of the social networks has nothing to do wi
Comentarios
Publicar un comentario