juego

Mayo 13, 2005

Llevo dos semanas de escuchar algo así: estamos muy, muy recontra muy mal en este país… desayunos, comidas, cenas, mails, spam’s, teléfono (en largo), celular (en corto), aventones, taxis, camión y hasta en mi “intento de fuga” diaria en el gimnasio.

Hemos visto como un aforado, queda si fuero y luego se le perdona el exabrupto… ¿la ley y el estado de derecho?

Vemos como con 32 directores generales, no pasamos de la misma tonadita, errores en estados financieros no explicables, defensa de primogénito y vástagos aéreos y si me lanzo, no me lanzo… al son de: me quiere, no me quiere. ¿dijo empoderamiento?

Sabemos de la hermana latinoamericana… de origen argentino (tal como nuestro buen Ahumada, que parece que de allá vienen los demonios, y que conste que felizmente duermo con una) que queda arraigada por difamante al recibir informes con sello púrpura de intimidades…

Me pregunto ¿estamos tan mal?

En una sociedad (la que sea, donde sea) existen reglas del juego, jugadores y tramposos No hablaré de democracia como en mi último escrito, pues feliz, tengo aún respuestas pendientes de quienes no me bajan de anti-demócrata, fascista y muchas cosas más bien divertidas.

En esta sociedad las reglas, los jugadores y los tramposos van cambiando, conforme cambia el entorno, las circunstancias, el clima y todo lo que sabemos conforma un organismo cambiante.

Cuando una regla ya no es viable para una de las partes, se solicita, se acuerda su cambio o se impone por si misma o los jugadores paran o los tramposos toman ventaja. Es cuando entre los jugadores y los tramposos, se ponen de acuerdo y nombran a El que manda, que no juega en ningún bando. Y solo ve por que el juego siga.

Siguen… juega y juega… siguen.

Entonces sucede que nuevamente, una regla no funciona. Paran y El que manda decide la nueva regla, cuidando que el juego siga y siga funcionando. En ese momento cuando El que manda piensa y piensa, la presión y la temperatura sube. Por eso El que manda es sabio, pues no deja que eso truene y una de dos: se van a jugar a otro lado o juegan sin reglas (anarquía) y nadie sabe quien gana.

Hoy en nuestro país estamos, creo yo, paraditos esperando a que termine de pensar El que manda

¿Hasta cuando? Bueno, pues si es sabio, el sabrá.

¿Es sabio? Pues la mayoría dijo que sí.

¿La mayoría sabe lo que es Ser Sabio? Pues dicen que si…

Ni sabe cuando, ni es sabio, ni la mayoría sabe quien es sabio. Solo sabemos que es El que manda. Por un rato. Como sabemos eso, sucede que entonces empezamos a “ponernos” de acuerdo y jugamos con “reglas” que más o menos nos tienen jugando. Nuevo término que inventan entre jugadores y tramposos, mientras El que manda sigue piense y piense: Corrupción. Corromper, romper, romper estructuras, modelos y reglamentos.

Sigue el juego… pero de repente El que manda termino de pensar y decide. Paro total. Como el tiempo pasó y la presión y temperatura subió tanto y se tomo una decisión, se discute pero en un solo sentido: jugadores y tramposos VS El que manda. Sorpresa ¡! Hay un nuevo jugador, eran dos, ahora son tres…

Esto continúa y se mezclan las reglas con las nuevas llamadas corruptas. Pero el juego sigue…

¿Y cuando acaba? Casi nunca, pues la presión y la temperatura se aprenden a controlar con el método de regla – antiregla.

O, cuando dentro del juego, donde El que manda, que es ahora un jugador más (puede jugar en cualquiera de ambos lados, incluso en ambos lados a la vez) los jugadores originales y los tramposos originales ven llegar a El que manda en Serio que genralemnte da por terminado el juego e inventa otro.

Apliquen esto a cualquier juego… incluso a sus juegos y más allá: a nuestro país.

No, no estamos tan mal, estamos jugando, mientras piensan y piensan algunos.

Saludos.

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