Mancera y sus anhelos... sus.

Interesante artículo que llama la atención en algo que los políticos confunden (y no de forma inconsciente) constantemente, sus deseos y anhelos, no son casi nunca o nunca, los deseos y anhelos de sus representados... De Jorge Alcocer:

"Dijo Miguel Ángel Mancera, jefe del Gobierno capitalino, que con la reforma constitucional para el DF se cumplirá el "viejo anhelo de mejor definición jurídica para la capital del país". La afirmación despierta una doble duda: ¿de quién es ese viejo anhelo; y en qué consistirá esa mejor definición jurídica.

El actual estatus constitucional del DF es producto de varias reformas realizadas a lo largo del siglo pasado, como la que en 1928 suprimió los ayuntamientos y centralizó en el Ejecutivo federal el gobierno de la ciudad capital; la actual división territorial en 16 delegaciones proviene de 1970. La Asamblea de Representantes fue creada en 1986, años más tarde pasó a ser Asamblea Legislativa, facultada para expedir leyes locales; la reforma impulsada en 1993 por Manuel Camacho Solís, siendo regente del DF, dio lugar al texto aún vigente del artículo 44 de la Constitución, que establece: "La Ciudad de México es el Distrito Federal, sede de los Poderes de la Unión y Capital de los Estados Unidos Mexicanos", texto que explica en buena medida las reformas realizadas en los años siguientes.

En 1996 se puso término al mando directo y centralizado del gobierno capitalino por el presidente de la República para dar paso a la elección directa del jefe de Gobierno y de los jefes delegacionales; desde 1997 el PRD ha mantenido la hegemonía electoral en el DF, acumulando 17 años ininterrumpidos de gobernar la ciudad, una de las entidades que no ha conocido la alternancia. No parece existir necesidad de una "mejor definición jurídica", la que hoy tenemos en la Constitución, producto del largo tránsito democratizador (1986-1996), ha dado gobernabilidad y permite la coexistencia de los órganos de gobierno locales con los Poderes Federales.


Cabe preguntar al jefe de Gobierno y a los coordinadores parlamentarios del PRD, PAN y PRI en el Senado -que ofrecieron tener en dos semanas el dictamen de la reforma constitucional- si lo que están por aprobar representa en realidad el anhelo de los capitalinos, o es parte del toma y daca que hemos presenciado en los meses recientes, con resultados que, en algunos casos, se avizoran funestos.


Convertir al DF en un estado de la Federación traerá aparejados cambios jurídicos importantes, como dotarlo de una Constitución local, que debería ser producto de una Asamblea Constituyente electa por el voto popular con ese mandato expreso; indebido sería que la actual Asamblea Legislativa se encargue de tan importante tarea sin haber sido electa para tal propósito.


Cabe preguntar por los beneficios que dará a los habitantes del DF que la deuda pública del gobierno capitalino ya no requiera la aprobación del Congreso de la Unión, sino que baste con la aprobación de la Asamblea Legislativa. Tal cambio podría traer aparejada una disminución de la calificación de la deuda actual, que es cuantiosa, y de la futura, por el hecho de que dejará de ser deuda "soberana" del Estado mexicano, lo que repercutirá en un mayor costo.

Que el jefe de Gobierno adquiera la facultad de nombrar y remover libremente al procurador local y al responsable de la seguridad pública es considerado por algunos como indispensable para el autogobierno de la ciudad, pero puede abrir una serie de conflictos entre los poderes locales y los federales, que nadie está proponiendo llevar a otro lado. El artículo 115 constitucional determina que "El Ejecutivo Federal tendrá el mando de la fuerza pública en los lugares donde resida habitual o transitoriamente". Es un principio de supremacía de poderes, no un resabio decimonónico.


Convertir al DF en estado no dará a sus habitantes un mejor gobierno, ni mejores servicios públicos, menor inseguridad, menos baches en las calles o fluidez en el tránsito de personas y vehículos. Lo que sí puede provocar es mayor burocracia y más gasto para sostenerla. Ya que está de moda la consulta pública, bueno sería que antes de votar el dictamen en el Senado, se pregunte a los capitalinos si quieren esa reforma."

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